Imaginando la vida

Mira a ver si cuadra en tu interior la idea de que ser capaz de acompasar tu mente con tu cuerpo en aquello que haces a cada instante traería a tu vida, cuando menos, la seguridad de estar viviendo … y, no, perdiendo la vida en el proceso. Mira entonces a ver si cuadra en tu interior que vivir te llenaría de una armonía, de una paz y de una dicha que no te la daría imaginar la vida en vez de vivirla.

Y entonces, si esto cuadra en tu interior, tal vez sea necesario tratar de entender por qué nos cuesta tanto mantener ese compás mente/cuerpo, es decir, por qué nos resulta tan fácil imaginar y tan difícil vivir.

Nos caracterizamos como humanos por tener una mente prodigiosa que nos permite integrar todo lo vivido. Y es de lo vivido no solo como individuos sino también como especie, que interpretamos para el futuro aquello que nos permitirá desenvolvernos en un ambiente cuando se convierta en hostil. Garantía a priori de una más fácil supervivencia, pero que se convierte a la postre en una de las más feroces cárceles en que puede apresarse al Ser (con mayúsculas) humano.

Porque para poder desempeñar esa maravillosa función, la mente imagina la vida y crea al personaje que la vive y la querencia de nuestra atención a perseguir aquello cuya actividad es más frenética nos lleva a desatender al cuerpo y a atarse a lo pensado. Y así surge la identificación con un personaje al que pasamos la vida haciendo pruebas de concepto irreales y que pocas veces se cumplen y que, cuando lo hacen, nunca son en las condiciones imaginadas.

Y si esto te ha pasado, te habrás dado cuenta que es justo en los momentos en que sentimos que la realidad se tuerce cuando más trabajo nos cuesta enfocar la mente en el cuerpo … mientras que sí parece que somos capaces de hacerlo cuando todo alrededor está calmo en el universo de nuestras emociones… Cuando sentimos que la realidad se tuerce es cuando nuestra naturaleza humana más se esfuerza en imaginar las situaciones y los comportamientos del personaje que aseguren su éxito en la contienda… pero es justo entonces, cuando la tormenta arrecia, que necesitamos una atención adiestrada en reposar en el momento.

Trabajar la atención al presente es algo que debemos practicar a cada instante cuando sentimos la sonrisa de la vida… para que luego, en los momentos difíciles, la inercia nos lleve a continuar… hasta que llegue el día, dicen, que desaparecerán los momentos difíciles y tendremos solo experiencias que vivir.

Y es que primero me doy cuenta, y entonces me hago cargo.

www.avachanterapias.com

#Pedrezuela #espiritualidad #crecimientopersonal #terapiascomplementarias #reiki #caminointerior #meditación #budismo #felicidad #mente #mentesana #medoycuenta #mehagocargo #serfeliz #ser #vida

Saliendo de prisión

Leía hoy que «comienzas a ser libre cuando te das cuenta que la cárcel estaba hecha de pensamientos«. Y no nos damos cuenta de cómo nos secuestra esta cárcel hasta que no nos damos cuenta de su naturaleza, pero incluso entonces esos pensamientos, convertidos en rígidos barrotes, nos siguen lastrando y limitando nuestra libertad. ¿qué hacer entonces? Si somos conscientes de que es la mente la que crea la barrera ¿cómo deshacernos de ella? ¿basta con darnos cuenta? Desde luego es el primer paso, pero no el único a tomar.

No vamos a engañarnos, no es tarea fácil y seguramente requerirá un trabajo de atención permanente por nuestra parte. Pero es el trabajo más importante que vamos a desempeñar en nuestro transitar por estas lindes y sin duda, un trabajo apasionante porque nos va a llevar a conocer los entresijos de nuestros comportamientos y los fundamentos de eso que llamamos nuestra personalidad

Lo primero es reconocer con qué nos identificamos. Esos pensamientos siempre surgen bajo el paraguas de la protección a un yo irreal. No es que ese yo sea irreal porque nosotros no existamos, por supuesto que existimos ¿acaso no sientes el frescor de la brisa en la mañana? ¿acaso no sientes la ternura al ver a un bebé sonreír? ¿o el dolor cuando desaparece un ser querido? Nuestra existencia es real, lo que no lo es, en cambio, es la idea que montamos en torno a nosotros mismos, el personaje que hemos construido para transitar por esos senderos que la vida pone ante nuestros pies.  Esos barrotes son los primeros que nos atrapan, los primeros que nos limitan a varios niveles. Por un lado porque la construcción del yo suele basarse en la comparación con otros «tues» que consideramos mejores, o incluso a veces peores. En la comparación con el otro sustentamos nuestra identidad. Y de ahí, en la necesidad de pertenencia a la tribu.

Pero además, hay otros barrotes que también crean una poderosa cárcel de la que no es fácil salir, y aunque muy relacionado con lo anterior, los pensamientos crean un decorado a la existencia que no es real, interpretando siempre aquello que aparece no solo en nuestro entorno físico sino también en la esfera de la relación con los demás. Y así, como Quijotes luchando contra molinos de viento, terminamos creyendo a pie juntillas ataques, riesgos y afrentas por doquier. 

¿Sientes que alguna vez te ha ocurrido?

La buena noticia es que se puede salir de ahí, no sin trabajo personal, pero se puede. Un primer paso siempre es darnos cuenta, de que esto es así. Te invito a hacer la siguiente prueba en ti mismo, en tu laboratorio interior. Presta atención y cada vez que notes una reacción en tus entrañas,  pregúntate ¿esto es real o lo ha creado mi mente? Y si la respuesta es que se trata de algo real, la pregunta a continuación es si tu respuesta emocional es proporcional.

Comienza a disfrutar indagando en lo que hay dentro de ti.

Dónde reposar: la conciencia testigo

Vamos a tratar hoy de dar alguna pincelada que nos haga encontrar las claves de lo que en esencia somos.

En una existencia donde absolutamente todo es impermanente e irreal, hay sin embargo un hogar inmutable, inamovible y eterno que es nuestra propia consciencia testigo.

Dicen los maestros que la realidad de cada uno es una creación de la mente, que el universo es mental,  y así debe ser porque nunca tu y yo interpretamos de igual forma la realidad que vivimos aunque la vivamos juntos y por tanto aunque vivamos lo mismo. Cada uno experimenta la realidad y la interpreta en base a una historia pasada escrita con sus miedos, expectativas no cumplidas y lecciones por aprender. En base a ello también es que va creando una narrativa que encaje en esa imagen de sí mismo que quiere mostrarse y mostrar al mundo para sentirse amado, aceptado, respetado.

 En ese sentido todo es irreal … y aunque lo sepamos siempre nos aferramos al personaje que hemos creado y lo defendemos creyendo que nos va en ello la vida… pero ese personaje carece de realidad, es tan solo la creación de una mente que sueña, de una mente que imagina. Y en medio de ese sueño sentimos cada envite de la vida como un embiste, como una amenaza a eso que creemos nuestra existencia, sentimos cada discrepancia del otro como un ataque a nuestra persona… y sufrimos, una y otra vez, en ocasiones porque la vida no trae lo que consideramos merecer, siempre porque la vida no se ajusta a aquello que habíamos imaginado.

Y sin embargo, formando parte de ti como la más pura verdad se encuentra la consciencia, ese espacio en donde todo surge, inamovible, inquebrantable, luminoso e infinito… donde surge aquello que tu mente imagina, sí, pero también donde surge  el color mágico del atardecer en las montañas y la fragancia de la flor y el sonido de esa sinfonía que te transporta… por supuesto  ahí reside también el amor como la más alta vibración que surge cada vez que atraviesas el portal de la belleza. Basta que tan solo en un instante hayas tenido el vislumbre de lo que es reposar ahí, para que sepas que el objetivo de tu vida será aprender a estabilizar ese estado reposando en él. Y es que esa consciencia sí abarca la esencia de lo que eres, porque lo que no eres bajo ningún concepto es el personaje que representas.

Y ahora, cuando esa experiencia esté fraguándose y grabándose en tu camino como un gps que te guía a tu destino, pregúntate ¿qué personaje quieres seguir representando?

El personaje y el yo

Hoy es un buen momento para observar lo que ocurre en el interior, sin rechazo ni aferramiento, sin ni siquiera explicación. Por supuesto ésa es buena, el análisis es bueno y necesario, pero déjalo para mas adelante, para otro momento. Hoy no, hoy solo observa qué está ocurriendo dentro, y como un niño descubre cada cosa que en tí acontece porque sí, porque es la primera vez que ocurre… y al tiempo, no volverá a ocurrir.

Importante práctica esa que con demasiada frecuencia relegamos, pese a que todos, de un modo u otro, intuimos su importancia. Y posiblemente deberíamos entregarnos a esa observación como una de las más importantes tareas de nuestro día, y en lugar de ello alejamos continuamente nuestra conciencia del presente.

Nuestra existencia está siempre en el presente, es ahí donde vivimos y es ahí donde la vida ocurre… en el presente, no podemos estar en otro sitio, en otro espacio, en otro tiempo. No existe. Pero nuestra conciencia raramente lo hace, nuestra conciencia por el contrario habita con demasiada frecuencia en el pensamiento, y ahí, en el pensamiento genera permanentemente una narrativa y una historia que tiene un yo, protagonista al que ha de mantener. Es el pensamiento y la narrativa que este crea el que nos hace sentir la separación entre lo que la vida es y lo que yo siento que soy. Porque ese yo siempre es construido en base a recuerdos, en base a experiencias pasadas (vividas o imaginadas, personales o colectivas) y expectativas creadas. Experiencias y expectativas que modelan los recuerdos y los construyen a la medida del personaje.

Y si esto es así, y si finalmente yo interiorizo que lo que creo ser no es mas que una construcción mental, como seguramente lo he interiorizado ¿por qué, acaso, no renunciar a esa construcción mental y fundirme con algo tan bello como lo es la propia existencia? Es cierto que posiblemente ese sería el objetivo lejano que, tal vez, un día alcancemos.  Sin embargo, la gran mayoría de nosotros no podemos renunciar a esa creación  de la mente, a esa narrativa con la que hemos dotado a una imagen del yo puesto que, de algún modo, es nuestra herramienta para transitar por este mundo y relacionarnos con él.

Cada vez estoy más convencida de que cualquier consejo que trate de hacerte renunciar a tu yo está seguramente abocado a generar en ti frustración, porque no lo conseguirás, y con la frustración, sufrimiento y desvalorización propia. Seguirás viviendo identificado con un yo creado, inmerso en esa narrativa que tú mismo montas, solo que ahora, además con una etiqueta más, la de incapaz de alcanzar un estado más elevado de autoconocimiento y autoperfeccionamiento.

¿Qué hacer entonces? ¿Estamos destinados a fracasar en nuestro intento de trascender el sufrimiento? No, en absoluto. Hay algo que sí podemos hacer.

Hay algo que podemos hacer, con esfuerzo es cierto porque requiere constancia y empeño… pero que resulta absolutamente transformador, a mi me está resultando absolutamente transformador. Y con esto volvemos al inicio de esta publicación… observa que ocurre en tu interior, sin rechazo ni aferramiento, sin buscar ninguna explicación que lo justifique… entregándote a la experiencia que en ese momento esté ocurriendo en tu momento. Y así poco a poco comenzarás a representar un personaje sin creerte que lo eres, sin identificarte con él porque empezarás a poner la conciencia en la experiencia, ajena a la narrativa de tu mente.

.… y entonces tu trabajo será sanar al personaje, conseguir que la narrativa que le crea se haya desecho de los nudos que lo amarran y que le empujan a relacionarse confusamente con la vida, tu trabajo será hacer de ese personaje, uno mejor cada día, más libre de miedos y expectativas, reconciliado con su pasado y en paz en su presente.

¿Se te ocurre, acaso, mejor manera de existir?

http://www.avachanterapias.com

Cuando no esperaba nada…

Junto estas dos frases, porque en mi experiencia, se complementan perfectamente.
«Cuando no esperaba nada, el todo me encontró»
«El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos viajes, sino en tener nuevos ojos».

La primera se ha ido repitiendo en mi vida a modo de mantra, y me ha conducido a la segunda como uno de las grandes lecciones de mi vida. Y todo al fin relacionado con una de las verdades que la filosofía budista encarna con tanta sabiduría, que el apego es una de las principales causas del sufrimiento. Mientras estamos en actitud de espera nos encontramos sumidos, sin darnos cuenta, en el apego.
Cuando esperamos algo estamos consciente o inconscientemente apegados al resultado de aquello que anhelamos, limitando de esta manera poder descubrir aquello que día tras día ocurre y que simplemente no vemos por la ceguera autoimpuesta. Y de este modo, cansada de sufrir, un día decidí que intentaría rendirme, rendirme a mi, rendirme al universo y rendirme a la vida y decidí también que trataría de extraer de cada segundo vivido la experiencia que llenara mi presente. Tarea que no es fácil pero tarea que ocupa cada día un instante mas y me lleva por tanto cada día, un segundo mas a vivir en el presente.

Y así es que dejé de esperar y comencé a encontrar. Deje de esperar y comencé a descubrir instantes maravillosos simplemente escuchando un pajarillo, oliendo una flor en primavera o sintiendo una emoción generada en mi cuerpo. Empecé a dejarme sorprender, repitiéndome a mi misma que ese preciso instante nunca jamás iba a poder experimentarlo de nuevo.
¿Os dais cuenta? Cada segundo vivido es irrepetible y qué poca atención les prestamos!!. Y así cuando dejas de esperar comienzas a encontrar por doquier para terminar enamorándote al experimentar lo que la vida te da.

De esta forma me inunda aquello de «solo por hoy… se agradecido»

www.avachanterapias.com

El dolor y la impermanencia

Que nada permanece, lo sabemos. Lo sabemos porque hemos experimentado en nuestra propia carne la pérdida, el dolor que sentimos cuando alguien a quien queremos se va, cuando la felicidad parece diluirse, ayer todo parecía tan bello y hoy en cambio sentimos la vida como una pesada carga... sabemos que nada permanece, sí, pero nos negamos a incorporarlo a nuestra percepción de la realidad

Siempre nos han dicho que abrazar la impermanencia es la forma de aliviar el sufrimiento… pero cómo podemos hacerlo. Y es que no solo se trata de vivir sabiendo que nada va a permanecer, sino de observar también que aquello que antaño removía tus entrañas hoy activa emociones diferentes, mucho mas sutiles, mucho menos dolorosas…sí, porque también eso se diluye. Hoy lo ves como aparece y te observas, te observas esperando la punzada en el estómago que ayer te cortaba la respiración, o esa daga que te atravesaba el corazón… pero no ocurre, y lo único que surge es un leve dolor, un leve malestar en tu cuerpo… y entiendes que también eso se agota.

La pregunta entonces que nos podemos hacer es ¿por qué vivo como vivo? ¿por qué vivo etiquetando de permanente realidades que antes o después se van a transformar? ¿será tal vez porque siento que en ese cambio y transformación algo mio se transforma y desaparece? Todo aquello que surge solo existe mientras yo lo percibo y va a ser mi mente quien al etiquetarlo lo califica de bueno o malo en función de la carga emocional que tenga sobre mí y por tanto de la repercusión que tenga sobre mi ego, esa imagen que creo que para relacionarme en esta matrix.

Así, si lo que surge viene a reforzar la imagen que yo quiero construir de mi y con la que me identifico, entonces lo etiqueto como experiencia positiva, persona amada u objeto deseado y me aferro con fuerza a su presencia, existencia o posesión, asegurando el sufrimiento futuro. Si por el contrario lo que surge amenaza la imagen de lo que yo creo ser, o de lo que quiero alcanzar, entonces etiqueto la experiencia como negativa y la aborrezco haciendo de ella fuente directa de sufrimiento.

Ahora bien, si en verdad creemos que esto es lo que ocurre, y lo creemos porque lo hemos experimentado, podemos dar una vuelta de tuerca para afrontar esas emociones que aparecen y que nos perturban la paz presente. Cada vez que algo llegue y te traspase las entrañas, deberías tal vez analizar y dar una respuesta íntima y sincera a una serie de cuestiones:

La primera será siempre preguntarnos si eso que está en mi mente en estos momentos generando tanto dolor en mí es una realidad o  una suposición. La experiencia me ha enseñado lo diestra que es la mente imaginando y haciéndonos sentir como reales supuestos que jamás han ocurrido y que ni siquiera tienen una base sólida para hacerlo. Algún día hablaremos acerca del porqué de esta actitud.

Una vez que hemos respondido, una vez que sabemos que eso que nos está generando dolor es consecuencia de algo real, viene otra cuestión no menos importante. ¿qué parte de la imagen que has construido de ti sientes peligrar con eso que está sucediendo? Suele ocurrir que cuando algo nos duele es porque sentimos que amenaza una parte de ese «yo» que no queremos perder, una parte de ese yo construido en busca de la aceptación de nuestro entorno y que, por tanto, queremos perpetuar

Si con suerte, has logrado identificar esa parte de ti construida, ahora viene el siguiente paso…¿realmente eso que no quieres perder forma parte de ti, de lo que eres en verdad? Si fuera así debería haberte acompañado siempre, incluso desde que naciste o antes ¿no? Y no es así ¿verdad que no?, por tanto eso que no quieres perder es algo añadido a lo que eres, algo artificial que no forma parte de tu verdadera esencia

Por último, si has conseguido dar ese paso, ahora viene lo que en mi experiencia, en mi mapa, es verdaderamente transformador y liberador. Permite que  aquello que está ocurriendo y que te está traspasando de dolor siga ocurriendo, y simplemente observa cómo ese dolor recorre tu cuerpo pero no altera un ápice de ti y cómo ese dolor se transforma. Hay que ser valiente para permitirse sentir y no rebelarse, y darse cuenta que sigues siendo la misma persona bella y luminosa. Sigues siendo tú. Esto que está ocurriendo no es una amenaza para ti

Ahora, si eso que duele es por la pérdida de alguien, ama el recuerdo de esa persona que, tal vez,  ya no te va a acompañar. Agradecer lo recibido y el tiempo compartido es una bella forma de recuperar el rumbo sabiendo que todo volverá a estar bien aunque nunca volverá a ser como antes, porque recuerda que como decíamos en la primera frase, que nada permanece lo sabemos.

La pérdida del sentido filosófico en el mindfulness

https://dokushovillalba.com/la-perdida-del-sentido-filosofico-en-el-mindfulness/?fbclid=IwAR2QeNcd5fWwQlMykVhBmgVlyIDQ-YkAyoIQrlCZvk0wXc4WU_GOCwhSO1E

Comparto aquí un artículo que, escrito por Morten Tolboll y traducido por el Maestro Dokusho Villalba, refleja lo que yo siento acerca de una práctica que cada vez se está descafeinando mas y que corremos el riego de convertirla, si no lo es ya, en una herramienta para anestesiar conciencias.

Cómplice con la vida

Tomar la decisión de vivir la vida con consciencia tiene consecuencias que no necesariamente van a hacer de tu camino un camino mas tranquilo pero sin duda, van a hacer de él un camino cargado de paz.

Cómo vivimos la vida con consciencia? El primer paso nace de la observación sin juicio que nos permite estar atentos a todo aquello que acontece en nuestro día. Y resulta curioso que al hacerlo, dejando a un lado el juicio, pero poniendo toda la atención poco a poco empezamos a ser menos marionetas de eso que algunos llaman destino y nos convierten en cómplices con la vida.

Y a mí me gusta sentirme cómplice de la vida porque es entonces cuando me doy cuenta de todo lo que  pasa y entiendo que no es a mi quien le pasa, sino que simplemente pasa y yo lo experimento y aprendo… sobretodo cuando no me identifico con el yo que experimenta.

Me gusta sentirme cómplice con la vida porque es entonces que respeto lo que ocurre y lo siento como sagrado…

Me gusta sentirme cómplice con la vida porque entonces valoro lo que siento, no como una emoción descontrolada que mi mente agranda y me transporta sino como la consecuencia de una experiencia anclada a la densidad de la materia.

¡Qué bonita que es la vida cómplice de mi existencia,  que me permite sentir tanto, y amar tanto y aprender tanto… !La vida siempre dispuesta a enseñarme, siempre dispuesta a entregarse, porque al cabo ¿cómo no va a ser la vida cómplice de mi existencia si yo soy una con la vida y con la existencia?

 Y cuando soy cómplice con la vida, que no es otra cosa que ser cómplice con mi esencia, tomo decisiones que tal vez no me reporten la satisfacción inmediata, sino al contrario,  pero que me hacen respetarme como lo que soy, lo más bello jamás creado y que me hacen sentirme digna y reconocida ante mi mirada. Esa mirada que  tan capaz es de llenarme de amor como lo es de convertir mi vida en una miseria.

Por eso es que hoy doy las gracias a la vida, las gracias a la existencia y las gracias a mi.

¿Y si yo te dijera?

Ojala!  Ojala pudiera decirte, ahora que estás empezando a recorrer lleno de ilusión tu camino interior, que va a llegar un momento en que nada de fuera logrará hacerte perder el centro. No es así como está ocurriendo conmigo y por tanto no es ese el mapa que puedo compartir contigo… porque sí, a  veces pierdo el centro, a veces las cosas de la vida me revuelven y me generan dolor y, a veces, siento tristeza.

Y es posible que cada una de esas cosas que la vida me trae y que me hacen perder mi centro, puede que me muestre el camino que aún me queda por recorrer, seguro, pero ante todo son en realidad un regalo maravilloso con el que el Universo me obsequia y que, recibido conscientemente, me permite precisamente conocer  todo aquello que aún está atascado dentro de mí. Sí, porque todo aquello que me duele no es sino la manifestación de todas esas heridas que dejaron en mi las lecciones no aprendidas.  

Pero algo muy importante cambia con el camino recorrido y la experiencia acumulada y eso, sí lo puedo compartir contigo, sólo por si te vale. Y es que cada vez que mi «mente de mono loco» me domina, cada vez que el monito loco de mi mente me juega las malas pasadas que me hacen salir del equilibrio, me paro y ya no me enfado conmigo, menos aún con el mundo, no me enfado si quiera con mi mente… porque ahora ya sé que la vida es perfecta como es, y que es simplemente mi mente la que me hace alejarme del cauce del río por el que todo transcurre fluyendo en equilibrio.  Incluso ahora ya ni siquiera me importa alejarme de ese cauce, porque sé que al hacerlo, al sentirlo, al prestar atención a aquello que me ha hecho salirme de la corriente es como voy a encontrar lo que tengo que pulir, limpiar, educar…

Hace tiempo me dí cuenta que es en el desequilibrio cuando entiendo el valor de estar en el centro y por eso, incluso cuando el dolor me invade, cuando la mente me arrastra sé que es un regalo, uno mas, que la vida pone ante mí y que tomarlo como lo que es, representa mi responsabilidad y también, por qué no, mi compromiso.

Esa vida que el universo me regala cada día me está enseñando que recorrer así el camino me hace experimentar la paz interior porque ahora ya no hay culpables y no los busco, ahora ya no hay «si yo hubiera…» ahora ya no hay un «si las cosas fueran de otra forma» ni un «si yo pudiera»… No ahora lo que hay es un regalo frente a mi… un regalo que no es otro que yo experimentando cómo la vida me muestra donde trabajar(me).

Por eso, a día de hoy, no puedo decirte que ya no pierdo el centro, pero sí puedo asegurarte que perdiendo el centro es cómo encuentro las claves para deshacer los nudos de mi alma.

Ingratas compañeras… ¿seguro?

emociones-y-espiritualidad

 

Ingratas compañeras que nunca desaparecen, siempre agazapadas, dispuestas a presentarse sin avisar no importa cuánto de camino recorrido y trabajo realizado, que ellas siguen ahí, alimentándose de nuestros nudos, de nuestras grandezas y debilidades, nutriéndose de esa mente ordinaria que imagina. Es el precio a pagar por vivir esta existencia tan rica, tan bella, tan llena de ti y de mi que no puedes sino aceptar.

Porque se presentan sin que nadie las invite. Ese comentario que hace un amigo, esa frase que un día lees en los anuncios de la estación del metro, la letra de esa canción, el gesto de tu pareja….da igual, ellas siempre dispuestas a aparecer, a hacer saltar todas las alarmas y formar esa bola en la tripa que te obliga a doblarte… ¿o es tal vez ese nudo en la garganta que te impide articular palabra? ¿o es el corazón, que ha sido literalmente atravesado?

 

Ingratas compañeras las emociones… y sin embargo, tanto es lo que nos cuentan y tanto lo que podemos aprender a través de ellas y con ellas, aprender de nosotros, de la vida, de lo que significa ser… y todo ello, simplemente manteniendo una actitud de atención.  Nunca un trabajo tan fácil resultó tan complicado, lo sé…pero nunca un trabajo tan facil y complicado dio a su vez tanto y tanto de sí. Esto es lo que hay y puestos a ello, lo mejor que podemos hacer es ponernos el mono de trabajo -sí, sí, ése que los guerreros nunca nos quitamos- y comenzar la tarea.

 

¿Qué es lo que en realidad ocurre cuando adoptamos esa actitud de atención? ¿Qué milagrosa receta es la atención que sirve para hacernos recobrar el centro? Tienen lugar un cúmulo de cosas que contribuyen, y bien que lo hacen, a que esa emoción deje paso a la calma que le precedía…. Pero además, con una lección aprendida.

 

Y así, sin que tú siquiera te des cuenta, al estar atento, al observar tu emoción, te estás separando de ella… y al hacerlo tu mente comienza a entender que no eres la emoción que experimentas puesto que estás tomando distancia para observarla. La consciencia que observa no es la emoción. Y es que precisamente, la emoción genera sufrimiento porque sentimos que es lo que somos… y obviamente no es así. Y aunque eso lo sabes racionalmente, no lo sabes experiencialmente hasta que no lo vives. Es necesario que experimentes que no eres la emoción y lo haces al separarte de ella y poder observarla.  

Pero ocurren mas cosas al observar la emoción. El problema de la emoción que surge no es la emoción en sí, sino lo que nuestra mente hace con ella. La mente la toma de donde se origina (una sensación corporal), la envía al cerebro y ahí, comienza a magnificarla al pasarla por los filtros de las experiencias previas, de los miedos, las expectativas, etc… para luego devolverla de nuevo al cuerpo desproporcionadamente acrecentada y dando inicio a una espiral de retroalimentación que nos llena de un sufrimiento impensable, a veces tan inaguantable que nos lleva a enfermar. 

Sin embargo, nuestra mente, esa maravillosa herramienta a nuestro servicio cuando está bien entrenada tiene una pequeña limitación que podemos usar a nuestro favor… y es que no es capaz de estar simultaneamente observando y haciendo funcionar la maquinaria que acabo de describir. De modo que si nos entrenamos para permanecer en la observación de la emoción, cortaremos la espiral y poco a poco al hacerlo, la emoción comenzará a desvanecerse…. enseñándonos también otra lección importante, la mas importante si cabe, que es la impermanencia de todo.

 

Al observar la emoción, además, sin juicio, sin tratar de modificar nada… solo estando ahí presente en ella, las alarmas que la hicieron saltar, esos pequeños nudos de tu personalidad comienzan a aflojarse y a dejar de oprimir. Comienzas la maravillosa aventura de aceptarte por lo que eres y no por lo que representas. Y en medio de esto, al comenzar a descubrir el atisbo de lo que realmente somos  y no lo que creemos ser, comenzar a encontrar ese centro que siempre nos acompaña y que basta con permanecer atentos para que se abra inmenso frente a ti.

Y así, de este modo soy feliz en la medida en que por más que las emociones aparezcan, por más que duelan, elijo seguir vistiendo el mono de trabajo para seguir aprendiendo acerca de mí, de la vida y de lo que ésta me muestra.