La felicidad, un estado no una meta

felicidad

A cualquiera que nos preguntaran qué es lo que mas deseamos en la vida, le contestaríamos sin dudar que lo que mas deseamos es ser felices, sin darnos cuenta que esa actitud de búsqueda, de deseo nos lleva mas pronto que tarde al sufrimiento.
La felicidad no es algo que haya que buscar porque no es algo que esté fuera de nosotros y tengamos que alcanzar.
La felicidad es un estado al que se llega precisamente cuando dejas de buscar, cuando dejas de desear y de intentar retener y entiendes que sólo es necesario girar tu atención hacia el interior y te permites sentir lo que ya eres. 

En ese momento, cuando en lo mas hondo de tu corazón se produce esa aceptación, todo se calma y empieza a brotar en tí una energía diferente. Es el amor, el verdadero amor.

La naturaleza de la existencia

El estado de aferramiento te lleva a creer que hay algo o alguien en tu vida que es necesario para que seas feliz.

Sin embargo como ya sabemos, para ser feliz no necesitas nada, solo eliminar el deseo y ser capaz deflor2 dar un pequeño salto que te permita situarte en ese «espacio» desde donde observar como aunque todo cambia a cada instante, si tu te permites cambiar con todo te conviertes en realidad en algo inmutable, de la misma forma que cuando estás quieto pareciera que no te mueves, a pesar de que el suelo bajo tus pies, la Tierra no cesa en ese movimiento continuo alrededor del Sol y éste a su ves, en la Galaxia.

Cuando por fin entras en ese espacio, ya no hay nada a lo que aferrarse, del mismo modo que no te aferras a una flor cuando nace porque entiendes su naturaleza y entiendes que marchitarse forma parte de su existencia como lo es abrirse y ofrecerte su fragancia. Y cuando se marchita le agradeces la fragancia regalada y disfrutas sabiendo que llegaran nuevos brotes que volverán a hacerte disfrutar.

Este es el juego de la vida, esta es la naturaleza de la existencia.

Sólo dame un minuto de paz

https://youtu.be/QV8JZ0UyjyQ

No necesito mucho tiempo para decirte quien soy. Soy tú, yo y ellas.

Voy y vengo, pero siempre SOY

Yo Soy él, ella y nosotros.

Nací libre y pienso, aprendo, bailo y lloro, y río, enseño, respeto y defiendo; y me gusta sentirme arropado solo por ser lo que soy, por ser tú.

No necesito mucho tiempo para decirte quien soy. Soy diferente y tolerante, y eso me hace poderosamente real.

Cierro mis ojos para verme de verdad y veo tu libertad.

No necesito mucho tiempo para decirte que te quiero, que me quiero y que os quiero a todos por igual.

Estoy orgulloso de Ser porque es mas que suficiente para gritar ¡qué lo seas!

No necesito mucho tiempo para decirte quién eres.

Sólo dame un minuto de paz

Mi recorrido interior

Hace poco escribía «Estás vaciando todo. Cuando ya no quede nada, eso es lo que serás. Todo»

Una parte del trabajo interior con uno mismo consiste en observar y encontrar aquello que te ata (creencias, personas, sentimientos, pensamientos, etc) y que te impide manifestar lo que eres en realidad. Una vez localizado el trabajo consiste en entender el origen del aferramiento y al entenderlo, con mucha suavidad comienzas a soltarlo.  Esto es lo que yo entiendo como  «vaciar la copa».

            Todo aquello que conforma lo que creemos que somos son en realidad ataduras que ponen límite a lo que somos en verdad, que nos acotan y nos hacen sufrir. Nuestra mente genera una imagen de nosotros mismos con la que nos identificamos e intentamos defender a toda costa. Cuando alguien discrepa con esa imagen, sentimos que se ha atacado a lo que somos, cuando aquellas personas que creemos que dan validez a lo que somos desaparecen de nuestro presente, sentimos que desaparecemos con ellas. Cuando alguien discrepa con alguna de nuestras ideas sentimos que nos atacan a nosotros. Todo ello se convierte por tanto en una fuente tremenda de sufrimiento,  en donde además continuamente gastamos energía en defender aquello que creemos que somos pero no somos y que nos impide manifestar la grandeza de lo que sí que somos.

A medida que vamos vaciando nuestra copa ocurre algo curioso. Cuando crees que ya has soltado todo aquello que tenías que soltar, entonces descubres con estupor que la copa sigue estando llena. De cosas diferentes, de apegos e identificaciones diferentes, cada vez más sutiles es cierto, pero llena al fin y al cabo y por tanto que sigue limitando lo que eres. Cada vez que vacías la copa, te das cuenta de que siguen quedando capas por vaciar y que éstas son cada vez más imperceptibles pero no por ello menos peligrosas.

Supongo que este proceso seguirá ocurriendo una y otra vez hasta que, por desaparecer, haya desaparecido hasta la copa. Y en ese momento será cuando ya no haya nada que limite lo que eres.

Como bien me decía el otro día un buen amigo, coge tus pensamientos y pégales una patada.