La mente, esa extraña compañera, siempre fiel, siempre mostrando todo lo que te va a ocurrir, siempre pendiente de fortalecer tu interior protegiéndote de todo aquello que te daña, yendo siempre un paso mas adelante…. Exacto ahí le has dado. Yendo siempre un paso por delante, porque cómo sino va a ser capaz de prever todo aquello que te va a hacer daño, cómo sino va a ser capaz de prever todo aquello que necesitas.
Sí, porque la mente conoce lo que deseas a cada momento. La mente tiene el registro de todo aquello que te ha ocurrido en la vida, hechos en los que ella ha participado, hechos que la han ido fortaleciendo porque siempre es esa compañera fiel que te acompañaba en los momentos duros, llorando contigo, y también en los momentos dulces disfrutando contigo.
Vaya paradoja!.
Hasta que un día te das cuenta de su verdadera naturaleza. ¿Ah? Pero ¿qué ocurre? ¿Qué no es a mi a quien proteges? Vaya, vaya…. Te estás protegiendo a ti. Al hacerme creer que te necesito, al hacerme creer que gracias a tu capacidad para prever al mundo, para establecer lo que los demás sienten, piensan y esperan de mi, haces que te necesite porque me haces sentir protegida y acompañada. Y al hacerlo te perpetuas.
En realidad no hay maldad en ti, sólo tu necesidad de sobrevivir.
Pero tu supervivencia es el encarcelamiento de lo que soy, porque mientras tú domines a mi me encierras en un cofre sin opciones de salir.
Esta batalla que ya comenzó hace tiempo, se libra cada día, cada segundo y cada instante cuenta, porque cada instante en el que bajo la guardia, tú recobras fuerzas.
Pero me tengo a mí, a lo que soy que me invita a escuchar el interior, a mí y a esos otros maestros que en la retaguardia cubriéndome en semicírculo como se protege de verdad, sin dejarse ver pero haciendo sentir su presencia, me dicen como son las cosas, me muestran manifestando en mi día el horizonte que solo se puede llenar cuando se está en el ahora.
Y es en el ahora donde la mente pierde la batalla con el Ser.