Pasa la vida.
Delante de nosotros, a cada segundo, mostrando como cada inicio es siempre el final de otro inicio… y así sucesivamente se va repitiendo momento tras momento creando con su cadencia la maravillosa sinfonía que es vivir.
Porque al final vivir es eso.
Entender que todo lo que llega antes o después pasará y no permitir que lo haga sin haber puesto en ello lo mejor que hay en ti, sin haberlo dado todo, haciendo de cada experiencia una única e irrepetible porque va marcada a fuego con tu esencia. Sí, al final vivir es eso: Firmar cada instante que pasa con la esencia de tu alma.
Y habrá instantes que quedarán firmados con varias fragancias, momentos compartidos que llenarán tu espacio trayendo con ellos la frescura, la risa, la esencia convertida en perfume generada cuando se juega en compañía. Algunos otros quedarán firmados únicamente por ti, aquellos sagrados momentos en los que aprendiste que solo tú eres necesario para poner el sello que marque que es tu vida, momentos en los que aprendiste que es sólo tu esencia la necesaria para colmar de paz una vida entera.
Pero tanto los unos como los otros necesitan llevar impresa una parte de ti, y esa impresión no durará si no pones consciencia en cada segundo que pasas, porque al final, cuando el libro de la vida se cierra, los momentos que pasaron por ti sin que tú estuvieras en ellos y en los que no dejaste impresa tu huella serán páginas en blanco… y las páginas en blanco denotan que que no te empapaste, que no aprendiste, que no amaste, que no lloraste, que no reíste… en definitiva, denotan que no viviste.
Por eso lo importante no es cuánto dura cada instante vivido ni el número de almas que firman su existencia, lo importante es cuánto de ti has volcado en cada uno de ellos.
VIVE CON TODA LA INTENSIDAD DE QUE PUEDAS HASTA QUE CADA DÍA CAIGAS EXTENUADO.