UNO, DOS Y TRES

agua

Hay una práctica aparentemente muy sencilla que frecuentan algunos monjes budistas para deshacerse del sufrimiento que genera la identificación con las emociones. Consiste en trabajar la atención plena y cada vez que identifican una emoción, en lugar de luchar contra ella como promulgan algunas religiones, simplemente le ponen nombre y lo repiten tres veces… así de sencillo …y así de complicado.

La sencillez del método reside en que basta con repetir el nombre de esa emoción tres veces para que empiece a desaparecer, la complicación, en que para poder aplicar esta medicina es necesario identificar primero la emoción, ser consciente de que estamos dejándonos arrastrar por ella, es decir, ser conscientes de los juegos de la mente.

Basta con aplicarlo para comprobar que funciona, pero ¿por qué funciona y por qué nos cuesta tanto estar atentos?

Aunque no lo parezca, las respuestas a ambas cuestiones están muy relacionadas…. Las argucias de nuestra mente, el creer que somos lo que pensamos nos hace vivir distraídos, enganchados en pensamientos que generamos a lo largo del día y en los que vamos imaginando cómo son las cosas, cómo van a ocurrir, interpretamos las acciones de los demás en base a prejuicios que nuestra mente ha creado, defendemos nuestros pensamientos como si fuéramos eso que pensamos, de modo que en ningún momento estamos atentos a lo que en verdad está ocurriendo a  cada instante en nuestro interior, sino que nos dejamos arrastrar por nuestras emociones creando un mundo, nuestro mundo a su alrededor. Y con ello, la emoción va siendo fortalecida, minuto a minuto, hora tras hora sumiéndonos en una espiral que antes o después terminará generando dolor.

Cualquier emoción que surja, desaparecerá ella sola al cabo del tiempo si no recibe la dosis necesaria de energía para mantenerse.  ¿Qué es lo que ocurre si identificamos una emoción, le ponemos un nombre y lo repetimos tres veces? Lo que ocurre es que al hacerlo salimos de nuestra mente, salimos del “yo” de turno que en ese momento esté dominando nuestra consciencia artificial y  tomamos una distancia respecto a la emoción, dejamos de poner energía sobre ella y por tanto, poco a poco se difuminará. Es así de sencillo.

Las emociones son inherentes a esta vida de opuestos, pero dejarnos arrastrar por ellas no lo es. No hay que luchar contra lo que surge, basta con no alimentarlo y aprender qué es lo que nos trata de enseñar su aparición. Todos los maestros nos dicen que debemos estar atentos, la atención y la voluntad son dos de las claves para trascender el sufrimiento. Así de sencillo.

¿A qué estamos esperando?