“ Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores” Jorge Luís Borges.
Gastar no es lo mismo que invertir.
Gastamos cuando en el proceso mengua aquello que tenemos sin obtener a cambio nada que de un valor (valor del que vale, no del que cuesta) al menos similar al de aquello que estamos empleando. Invertir es otra cosa, porque en la inversión el valor de éso con lo que funcionamos crece o se transforma.
Y entonces lo que surge es ¿Qué hacemos con nuestra vida? ¿la gastamos o la invertimos?
Leía esta mañana un artículo de esos que te remueven y que te hacen reflexionar. Un artículo de esos que el universo te pone delante y que a estas alturas ya sabes que si el universo lo ha colocado ahí es por algo, puesto que nada ocurre porque sí. Y cuando algo así llega a mis manos ya no digo, ¡uy que bonito o que sabio!. No, ahora he aprendido a preguntarme ¿qué me estás mostrando? ¿qué es lo que tengo que aprender?
Con demasiada frecuencia gastamos la vida tratando de recuperar momentos vividos convirtiéndonos de esta forma en muertos vivientes que deambulan día tras día soñando quimeras y enterrando entre medias la voz del alma. Generando desiertos cubiertos de rayos que queman en lugar de dar vida. Gastamos la vida!!! El regalo más precioso y más sagrado que tenemos.
En lugar de ello, basta con pararse un segundo, inspirar y al hacerlo henchir el pecho con el aire fresco que te envuelve y al espirar, expirar el pasado, dejar morir aquello que ya no vive pero consume y comenzar a invertir la vida en decorar tu presente de presencia. Sólo eso, decorar el presente de presencia. Porque todo lo demás “llegará por añadidura” y así tu presente atraerá entonces vida y el desierto se convertirá en jardín donde los rayos iluminarán el ahora devolviéndote el brillo que te pertenece, el faro que ya eres.