A veces ocurren cosas que duelen, que duelen por inesperadas, que duelen porque vienen a poner fin a estructuras que creías te sustentaban, que duelen porque te arrancan aquello que tanto quieres… son pequeñas dagas que se clavan en tu corazón y lo taladran.
Pero el sufrimiento es otra cosa, el sufrimiento lo crea la mente cuando transforma ese dolor y en tu plexo lo convierte en una etiqueta que te limita. No existe el sufrimiento si no es creado por la mente. Una mente que se empeña en subir el grado del dolor, en obligarte a creer que eres aquello por lo que dueles, a hacerte creer que la carencia te limita, que la carencia muestra los errores cometidos y las injusticias recibidas. Es tu mente la que se empeña en hacerte creer que no eres si eres carente.
¿Cómo puedes ser carente? ¿Acaso puede ser carente la luz de una estrella? ¿acaso puede ser carente una puesta de sol? No hay posibilidad de ello. Cuando los maestros nos dicen que somos la vida que vivimos, pareciera que describen una metáfora, una enseñanza profunda plagada de significados insondables que nuestra ignorancia nos impide comprender… y sí, es una enseñanza profunda que no abarcamos, pero cuya profundidad radica precisamente en la sencillez que alberga y es que sí, somos la vida que vivimos, porque somos eso, somos la vida que se manifiesta a través de cada uno de nuestros poros. Y la distracción, la falta de consciencia en nosotros hace que ni nos enteremos. Pero no hay ninguna carencia que nos pueda limitar porque directamente, no puede haber carencias… hoy nos acompañarán unos decorados, mañana tal vez otros. Los atrezzos cambian y disfrazan de matices el instante que es… y si los atrezzos cambian, el instante cambia pero seguimos siendo plenos porque la vida sigue siendo plena. Y somos la vida que se manifiesta en cada uno de esos instantes. Sólo que como dice la cuántica, si no ponemos consciencia….
Y así cada instante ocurre preñado de presente, y si a veces ese presente muestra dolor, permite que el dolor sea, acepta lo que te muestra y entiende la plenitud de tu momento. Confía en la vida, confía en ti, permite que el atrezzo cambie cuando sea menester, abre siempre las ventanas y las puertas para que nada se estanque y si pierdes el miedo descubrirás como cada vez que algo vuela por esa ventana abierta, algo entra por la puerta para llenar el hueco… y así, la vida se convierte en un flujo incesante de instantes cambiantes en un eterno presente en el cual eres todo aquello que vives.