El estado de aferramiento te lleva a creer que hay algo o alguien en tu vida que es necesario para que seas feliz.
Sin embargo como ya sabemos, para ser feliz no necesitas nada, solo eliminar el deseo y ser capaz de dar un pequeño salto que te permita situarte en ese «espacio» desde donde observar como aunque todo cambia a cada instante, si tu te permites cambiar con todo te conviertes en realidad en algo inmutable, de la misma forma que cuando estás quieto pareciera que no te mueves, a pesar de que el suelo bajo tus pies, la Tierra no cesa en ese movimiento continuo alrededor del Sol y éste a su ves, en la Galaxia.
Cuando por fin entras en ese espacio, ya no hay nada a lo que aferrarse, del mismo modo que no te aferras a una flor cuando nace porque entiendes su naturaleza y entiendes que marchitarse forma parte de su existencia como lo es abrirse y ofrecerte su fragancia. Y cuando se marchita le agradeces la fragancia regalada y disfrutas sabiendo que llegaran nuevos brotes que volverán a hacerte disfrutar.
Este es el juego de la vida, esta es la naturaleza de la existencia.