Ya lo decía Sogyal Rinpoche ….» Contemplar la impermanencia no es suficiente por sí solo: es necesario trabajar con ella durante la vida. Y en la vida, en el laboratorio del cambio, el entrenamiento práctico es el aquí, es el ahora. A medida que se van produciendo los cambios, aprendemos a verlos con una nueva comprensión y, aunque seguirán produciéndose como antes, algo en nosotros será distinto.
Toda la situación será mas relajada, menos intensa y dolorosa: incluso los efectos de los cambios que experimentamos nos resultarán menos desagradables. Con cada cambio sucesivo comprendemos un poco más, y nuestra visión de la vida se vuelve más profunda y mas amplia» (El libro tibetano de la vida y de la muerte)
Es así, poco a poco algo dentro de ti va cambiando. Las nubes que antes no te dejaban intuir si quiera que había un cielo por encima y mucho menos que éste era azul, ahora simplemente cuando aparecen, las observas y empiezas a ser capaz de esperar a que pasen. Porque las nubes siempre van a aparecer, siempre van a surgir. No gastes energía en intentar evitarlas, es innato a tu mente. No es algo que puedas evitar.
Sin embargo a medida que entiendes la naturaleza real de todo y, sobre todo, a medida que empieces a reconocerte en lo que eres de verás, en esa esencia sumergida, acallada y esclavizada entre tus pensamientos, empiezas a vivir la vida de otro modo. Porque hay un momento en que entiendes cuál es la naturaleza de la nube y te das cuenta de porqué ha aparecido.
Entrenar constantemente, estar atento a cuando la nube aparece y ser capaz de engancharte a lo que eres. Ese es el trabajo del guerrero, esa es la maestría que cada uno debe alcanzar en su vida. En realidad, nada mas importa. Todo lo demás, distracciones del camino.
Y aunque aun duela, claro que sí, la seguridad de que el camino es el correcto, permite afrontarlo con otro talante. Ya solo queda la voluntad de seguir trabajando y no desfallecer.