Hace mucho tiempo (o no tanto, pero ha llovido mucho desde entonces) un maestro y amigo me enseñó que el amor incondicional era como sostener una rosa sobre la palma de la mano abierta, a lo que yo le añadí que además si cerrabas el puño, no sólo no podrías disfrutar de la belleza y la fragancia de la rosa, sino que además sufrirías al clavarte los pinchos en tu piel.
Años después he aprendido que siempre llegan a tí las cosas que necesitas. Debido al magnetismo de la energía, siempre atraemos aquello en la misma frecuencia que los pensamientos que emitimos, en la misma frecuencia de las ideas que proyectamos y en la misma frecuencia de las palabras que pronunciamos.
Aprender a ver estas sincronías como señales en tu camino puede convertir tu vida en un aprendizaje en donde cada paso dado siempre lo es en la dirección correcta de ese mapa trazado por ti mismo en algún momento de tu existencia.
Y así, hoy ha llegado a mí que » el desapego nos permite relacionarnos con todo pero sin causar dolor y sufrimiento. Consiste en el desprendimiento de nuestro interés por el resultado, sumergiéndonos en lo desconocido, adentrándonos en el campo de todas las posibilidades» Desapegarse es comenzar a descubrir a uno mismo sin el obstáculo de la seguridad y certidumbre…. y todo eso porque el apego surge del miedo y la inseguridad de quien desconoce la grandeza de su Ser.