Asomada a la ventana, el sol poniente como único testigo de una nueva reinvención que es la tónica de mi día, una reinvención que me hace hoy diferente a lo que fui ayer porque así es como ocurre desde hace tiempo. Entrenando cada día para ser un poco más consciente, un poco menos mente y más yo … entrenando cada día para reconocer el ego que porto y con el que me relaciono, cada día que nace una nueva yo que surge como surge el día maleable como el devenir de cada situación… y como no me pregunto qué va a pasar hoy, cada día me reinvento con la vida que surge al amanecer.
Pareciera que donde antaño por fuera todo era estable y montaña rusa por dentro, hoy se transforma y con cada segundo distinto al anterior, pleno de emociones que surgen y se apagan, cada vez más capaz de observar, testigo de cómo la vida cambia y me cambia por fuera porque así lo permito, mientras por dentro va arraigando una estabilidad desconocida.
Porque he experimentado que lo que soy lo soy por encima de todo, no depende del amor prestado que antaño tanto busqué, no depende del amor entregado que antaño tanto me ocupó , ni de la aprobación ajena que tanto me perturbó , no de falsas imágenes creadas, creadas por mí por no hacer el trabajo de encontrarme, lo que soy no depende si quiera de mí.
Lo que yo soy, lo soy sin más y se manifiesta como amor o no se manifiesta… ¿de qué preocuparme entonces? ¿Por qué no permitir que todo se transforme y yo con todo, permaneciendo impasible por dentro? Y así, allí donde surge la vida el corazón se llena y el amor rebosa… y cuando el amor prestado se esfuma, el entregado es rechazado, la aprobación no es obtenida ni la imagen defendida entonces surge la emoción que me recuerda que tengo un cuerpo denso en esta realidad pero que dentro, muy dentro soy puro gozo y puro amor. Y gozo y amor es lo que manifiesto por cada poro de mí.