El dolor y la impermanencia

Que nada permanece, lo sabemos. Lo sabemos porque hemos experimentado en nuestra propia carne la pérdida, el dolor que sentimos cuando alguien a quien queremos se va, cuando la felicidad parece diluirse, ayer todo parecía tan bello y hoy en cambio sentimos la vida como una pesada carga... sabemos que nada permanece, sí, pero nos negamos a incorporarlo a nuestra percepción de la realidad

Siempre nos han dicho que abrazar la impermanencia es la forma de aliviar el sufrimiento… pero cómo podemos hacerlo. Y es que no solo se trata de vivir sabiendo que nada va a permanecer, sino de observar también que aquello que antaño removía tus entrañas hoy activa emociones diferentes, mucho mas sutiles, mucho menos dolorosas…sí, porque también eso se diluye. Hoy lo ves como aparece y te observas, te observas esperando la punzada en el estómago que ayer te cortaba la respiración, o esa daga que te atravesaba el corazón… pero no ocurre, y lo único que surge es un leve dolor, un leve malestar en tu cuerpo… y entiendes que también eso se agota.

La pregunta entonces que nos podemos hacer es ¿por qué vivo como vivo? ¿por qué vivo etiquetando de permanente realidades que antes o después se van a transformar? ¿será tal vez porque siento que en ese cambio y transformación algo mio se transforma y desaparece? Todo aquello que surge solo existe mientras yo lo percibo y va a ser mi mente quien al etiquetarlo lo califica de bueno o malo en función de la carga emocional que tenga sobre mí y por tanto de la repercusión que tenga sobre mi ego, esa imagen que creo que para relacionarme en esta matrix.

Así, si lo que surge viene a reforzar la imagen que yo quiero construir de mi y con la que me identifico, entonces lo etiqueto como experiencia positiva, persona amada u objeto deseado y me aferro con fuerza a su presencia, existencia o posesión, asegurando el sufrimiento futuro. Si por el contrario lo que surge amenaza la imagen de lo que yo creo ser, o de lo que quiero alcanzar, entonces etiqueto la experiencia como negativa y la aborrezco haciendo de ella fuente directa de sufrimiento.

Ahora bien, si en verdad creemos que esto es lo que ocurre, y lo creemos porque lo hemos experimentado, podemos dar una vuelta de tuerca para afrontar esas emociones que aparecen y que nos perturban la paz presente. Cada vez que algo llegue y te traspase las entrañas, deberías tal vez analizar y dar una respuesta íntima y sincera a una serie de cuestiones:

La primera será siempre preguntarnos si eso que está en mi mente en estos momentos generando tanto dolor en mí es una realidad o  una suposición. La experiencia me ha enseñado lo diestra que es la mente imaginando y haciéndonos sentir como reales supuestos que jamás han ocurrido y que ni siquiera tienen una base sólida para hacerlo. Algún día hablaremos acerca del porqué de esta actitud.

Una vez que hemos respondido, una vez que sabemos que eso que nos está generando dolor es consecuencia de algo real, viene otra cuestión no menos importante. ¿qué parte de la imagen que has construido de ti sientes peligrar con eso que está sucediendo? Suele ocurrir que cuando algo nos duele es porque sentimos que amenaza una parte de ese «yo» que no queremos perder, una parte de ese yo construido en busca de la aceptación de nuestro entorno y que, por tanto, queremos perpetuar

Si con suerte, has logrado identificar esa parte de ti construida, ahora viene el siguiente paso…¿realmente eso que no quieres perder forma parte de ti, de lo que eres en verdad? Si fuera así debería haberte acompañado siempre, incluso desde que naciste o antes ¿no? Y no es así ¿verdad que no?, por tanto eso que no quieres perder es algo añadido a lo que eres, algo artificial que no forma parte de tu verdadera esencia

Por último, si has conseguido dar ese paso, ahora viene lo que en mi experiencia, en mi mapa, es verdaderamente transformador y liberador. Permite que  aquello que está ocurriendo y que te está traspasando de dolor siga ocurriendo, y simplemente observa cómo ese dolor recorre tu cuerpo pero no altera un ápice de ti y cómo ese dolor se transforma. Hay que ser valiente para permitirse sentir y no rebelarse, y darse cuenta que sigues siendo la misma persona bella y luminosa. Sigues siendo tú. Esto que está ocurriendo no es una amenaza para ti

Ahora, si eso que duele es por la pérdida de alguien, ama el recuerdo de esa persona que, tal vez,  ya no te va a acompañar. Agradecer lo recibido y el tiempo compartido es una bella forma de recuperar el rumbo sabiendo que todo volverá a estar bien aunque nunca volverá a ser como antes, porque recuerda que como decíamos en la primera frase, que nada permanece lo sabemos.