A veces pasa. Un día empiezas a recorrer un camino, aquel que te llevará a lugares insospechados, y lo sabes, lugares en los que hallarás inspiración, amor, paz, felicidad, y así es como va ocurriendo, pero al tiempo comienzas a necesitar demasiado del camino, a identificarte tanto con el recorrido, con lo que haces, con la emoción que te genera la evolución que está ocurriendo y con cómo todo a tu alrededor se está transformando, que llegas al extremo de creerte ser aquello que persigues en lugar de transformarte en lo que ya eres.
Yo lo llamo, la mente dentro de la mente.
Fascinado por lo que cada día acontece, descubriendo herramientas valiosas para crecer, cierto, pero usadas para edificar un castillo que no alberga a tu Ser, sino al ego que la mente dentro de la mente ha construido para protegerse. Porque es de eso de lo que se trata.
Pero a pesar de ello, el Universo es quien te guía de modo que un día ocurre un temblor que cual terremoto comienza a derrumbar el castillo y con él empiezan a caer todas tus certezas… y es entonces que llega la duda, el dolor, el pánico. Con el castillo destruido, es cuando por una grieta comienzas a entender que tienes las herramientas, que basta con empezar de nuevo sin partir de cero porque ya has conseguido todo. Entiendes que tu Ser no requiere de ningún castillo que lo albergue porque tu Ser no necesita nada, tu Ser es.
Y ese dia entiendes que el dolor por el castillo derruido es la prueba de que has ganado porque has sacado a la mente de la mente, y has roto el engaño que te mantenía hechizada.
Gracias Universo por traer de vez en cuando terremotos que me permitan sacar a la mente de mi mente.